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Aunque sus enemigos se los lleven como esclavos a un país muy lejano, hasta allá haré que mueran atravesados por la espada. Yo me aseguraré de que reciban mal y no bien».

Dios, el Señor Todopoderoso, toca la tierra y esta se derrite ante lo intenso de su cólera; la hace subir y bajar como si fuera el río Nilo, como ocurre en un terremoto. Por eso, lloran todos los habitantes de la tierra.

El Señor construyó su palacio en el cielo, y ha puesto sus cimientos en la tierra. Él llama a las aguas del mar y las derraman como lluvia sobre la tierra. Su nombre es el Señor.

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